¿POR QUÉ TU CLIENTE YA NO PAGA MÁS? EL DRAMA DE LA QUINTA GAMA Y EL SUICIDIO DEL EMOTIONAL SELLING
Imagina que vas a una primera cita. Hay velas, música suave y una atmósfera prometedora. Tu acompañante te mira a los ojos y, con una voz aterciopelada, te susurra: “He seleccionado para ti un confit de pato regenerado a 80°C durante 12 minutos en una bolsa de polietileno de alta densidad”. Qué emocionante es sustituir la palabra “amor” por “polietileno de alta densidad”. Ya ves ahí a Cupido tomando apuntes.
Se rompió el hechizo. Vaya si se rompió. Pues eso, queridos compañeros de estrategia comercial, es exactamente lo que le estamos haciendo al mercado. Bienvenidos a la era de la Quinta Gama: esa bendición para la cuenta de resultados y esa pesadilla termomellada para la conexión emocional.
El elefante en la cocina (que en realidad es un microondas). El elefante no cocina, pero pita cada 30 segundos.
Para los que no estén familiarizados con el término, la Quinta Gama son aquellos alimentos ya cocinados y envasados al vacío o en atmósferas modificadas que solo requieren un "golpe de calor". Es la evolución lógica de la industria: elimina la artesanía, estandariza el sabor y, sobre todo, fulmina los costes de personal cualificado. “Golpe de calor”: el eufemismo más elegante desde “sinergias”.
Desde un punto de vista puramente financiero, es un "home run". Pero desde el Emotional Selling, es un tiro en el pie. En algunos casos, tiro en el pie… y recalentado a 800W.
Vender no es transferir un producto de un almacén a una mesa; vender es transferir un sentimiento. En la venta emocional, el producto es el vehículo, pero la autenticidad es el combustible. ¿Cómo diablos pretendemos generar un vínculo emocional con un cliente cuando lo que le ofrecemos tiene la misma carga de "alma" que un cartucho de tóner?
Eficiencia económica vs. Autenticidad: El gran dilema. también conocido como “quiero margen, pero que parezca magia”.
Históricamente, el valor de una venta residía en la historia. En el sector gastronómico o artesanal, esa historia incluía al chef que seleccionaba el producto, el tiempo de chup-chup y el error humano que hacía que cada plato fuera único, ese “defecto” que ahora cobramos como “edición limitada”.
Hoy, el argumento de venta se está desplazando peligrosamente hacia la conveniencia. Según datos recientes del sector Horeca, el uso de productos de quinta gama ha crecido un 25% en los últimos tres años. La razón es simple: el ahorro en costes de personal (que puede suponer hasta el 40% de los gastos de un restaurante) es tentador como el botón “copiar y pegar” en una propuesta comercial.
Pero aquí viene el problema: el cliente no es tonto, solo está distraído.
Cuando normalizamos la falta de autenticidad para salvar el margen de beneficio, estamos educando al cliente para que nos compare solo por precio. Si tu lasaña sabe exactamente igual que la del restaurante de la esquina (porque ambos compráis al mismo proveedor de cuarta o quinta gama), ¿por qué debería pagarte más a ti? Has eliminado la diferenciación emocional y te has metido de lleno en la guerra de guerrillas de los céntimos, donde el KPI estrella es “0,03€ menos que el vecino”.
La profecía de Juan Roig: ¿Casas sin cocina o almas sin hogar? Plot twist: las casas tendrán cocina… pero solo para guardar tuppers.
Juan Roig (Mercadona) soltó hace tiempo una bomba que todavía resuena: “En el futuro, las casas no tendrán cocina”. Es una visión audaz de la eficiencia absoluta. Si el supermercado o la plataforma de delivery te lo da todo listo, ¿para qué manchar sartenes, efectivamente, si puedes manchar solo el historial de pedidos.
Pero analicemos esto bajo el prisma del Emotional Selling. La cocina es el corazón emocional de un hogar. Es donde se fraguan las conversaciones, los olores que recordaremos en veinte años y el esfuerzo de cuidar a otro a través de la comida.
Y también donde nace el mítico “¿quién ha dejado esto así?” pura tradición familiar.
Si eliminamos la cocina de las casas, y eliminamos la cocina de los restaurantes para sustituirla por naves industriales en polígonos lejanos, estamos creando una sociedad de consumidores desconectados. Conectados a WiFi, eso sí. Prioridades.
Un dato para la reflexión: Un estudio de la Universidad de Harvard sugiere que las personas valoran un producto hasta un 45% más cuando perciben el "esfuerzo humano" detrás de él (el llamado Labor Illusion). Si el cliente percibe que no hay esfuerzo, su disposición a pagar (y su lealtad) cae en picado.
La vida es pendular: ¿Hacia dónde va el reloj? Esperemos que no hacia “Menú degustación en formato .zip”.
La tendencia actual es hacia la deshumanización técnica. Todo es rápido, eficiente y estéril. Pero la vida, como bien sabemos los que llevamos años en esto de las ventas, es pendular. Hoy pendular, mañana… “¿tenéis pan de masa madre o solo pan con PowerPoint?”)
Pasamos del artesano al producto industrial en masa.
Ahora estamos en el pico de la ultra-procesación y la conveniencia.
¿Qué viene después? La rebelión de la imperfección, ese “fallo” que, bien contado, se convierte en storytelling.
Ya lo estamos viendo en otros sectores. El vinilo ha vuelto no porque suene mejor (que es debatible), sino porque es tangible y requiere un ritual. El "Slow Food" está ganando adeptos porque la gente está harta de comer conceptos en lugar de comida.
Si seguimos por el camino de la Quinta Gama extrema, llegaremos a un punto de saturación donde la autenticidad será el nuevo lujo. Y ahí es donde el Emotional Selling recuperará su trono. Aquel que pueda decir "esto lo hemos hecho nosotros, hoy, para ti" tendrá un poder de negociación que el algoritmo de una cocina central jamás podrá igualar.
¿Es sostenible la bajada de calidad? Depende: ¿cuántos “pero si antes estaba mejor” caben en una reseña de Google?
A corto plazo, sí. Los Excel brillan en verde. Pero a largo plazo, estamos erosionando la base de la venta emocional: la confianza.
Cuando un cliente descubre que el "risotto de boletus silvestre" que le vendiste con una sonrisa impostada salió de una bolsa de plástico calentada al baño maría, la relación muere. No solo pierdes una venta; pierdes la capacidad de volver a emocionarlo. Has pasado de ser un "vendedor de experiencias" a ser un "despachador de suministros".
De chef de emociones a operario del micro: ascenso lateral.
Conclusión: El reto del comercial moderno. Spoiler: no está en la bolsa. Está en la historia.
No se trata de odiar la tecnología ni de pretender que todos volvamos a moler el grano a mano. Se trata de entender que la eficiencia no puede ser el fin último si destruye el valor percibido.
Si eres un directivo comercial o un estratega de marketing, pregúntate:
¿Estoy ahorrando costes a cambio de matar mi historia de marca?
¿Mis vendedores tienen argumentos emocionales o solo están leyendo una ficha técnica de regeneración?
¿Qué pasará cuando mi competencia sea igual de eficiente que yo? (Spoiler: solo quedará el precio). Y el precio, como todos sabemos, es un amigo muy tóxico: siempre pide más.
La Quinta Gama es una herramienta, no una filosofía de vida. No permitamos que la búsqueda del margen nos deje con un mercado lleno de estómagos llenos, pero corazones vacíos. Porque, al final del día, nadie recuerda una comida eficiente, pero todos recordamos cómo nos hicieron sentir. La emoción no se recalienta. Se cocina.
¿Y tú qué opinas? ¿Estamos ya en el punto de no retorno o crees que la "artesanía real" se convertirá en un producto de nicho solo para élites? Me encantaría leer tu opinión en los comentarios (prometo que este post no ha sido generado por una IA envasada al vacío... ¿o sí?). Si lo lees dos veces seguidas, igual se abre solo como un táper.